jueves, 4 de mayo de 2017

¿Qué es una fabula?

Una fábula es una composición literaria sencilla y breve, en verso o prosa, con personajes que generalmente son animales o seres inanimados. Estas composiciones literarias pueden ir enmarcadas en la didáctica, ya que buscan enseñar verdades morales que se resume en la moraleja, al final del relato.


Fábulas para niños

Las fábulas destacan por transmitir enseñanzas tan importantes que, aunque la mayoría de ellas fueron escritas hace siglos, actualmente siguen siendo imprescindibles en el día a día. Por ello, Mundo Primaria te presenta sus fábulas para niños, adaptaciones de las famosas fábulas de Esopo, las fábulas de Samaniego y las fábulas de La Fontaine, además de fábulas mexicanas, chinas y de otros lugares, reuniendo de esta manera conocimiento cultural de alrededor del mundo.

Las ranitas

Fábula Las ranitas

Adaptación de una antigua fábula de la India

Una mañana húmeda y soleada, un grupo de verdes y dicharacheras ranitas salió al bosque a dar un paseo. Eran cinco ranas muy amigas que, como siempre que se juntaban, iban croando y dando brincos para divertirse.
Desafortunadamente, lo que prometía ser una alegre jornada se truncó cuando dos de ellas calcularon mal el salto y cayeron a un tenebroso pozo.
Las otras tres corrieron a asomarse al borde del agujero y se miraron compungidas. La más grande exclamó horrorizada:
– ¡Oh, no! ¡Nuestras amigas están perdidas, no tienen salvación!
Negando con la cabeza empezó a gritarles:
– ¡Os habéis caído en un pozo muy hondo! ¡No podemos ayudaros y no intentéis salir porque es imposible!
Las dos ranitas miraron hacia arriba desesperadas ¡Querían salir de ese oscuro túnel vertical a toda costa! Empezaron a saltar sin descanso probando de todas las maneras posibles, pero la distancia hacia la luz era demasiado grande y ellas demasiado pequeñitas.
Otra de las ranas que las observaba desde la boca del pozo, en vez de animarlas, se unió a su compañera.
– ¡Es inútil que malgastéis vuestras fuerzas! ¡Este pozo es tremendamente profundo!
Las pobres ranitas continuaron intentándolo pero o no llegaban o se daban de bruces contra las resbaladizas paredes cubiertas de musgo.
La tercera rana también insistió:
– ¡Dejadlo ya! ¡Dejad de saltar! ¿No veis que vais a haceros daño?
Las tres hacían aspavientos con las patas y chillaban todo lo que podían para convencerlas de fracasarían en el intento.  Finalmente, una de las dos ranitas del pozo se convenció de que tenían razón y decidió rendirse; caminó unos pasos, se acurrucó en una esquina y se abandonó a su suerte.
La otra, en cambio, continuó luchando como una jabata por salir a la superficie. Estaba sudorosa y agotada pero ni de broma pensaba resignarse. En vez de eso, paró unos segundos para recobrar fuerzas y concentrarse en su objetivo. Cuando se sintió preparada, aspiró todo el aire que pudo, cogió carrerilla y se impulsó como si fuera una saltadora olímpica. El brinco fue tan rápido y exacto, que lo consiguió ¡Cayó sobre la hierba sana y salva!
Una vez afuera su corazón seguía latiendo a mil por hora y casi no podía respirar a causa del tremendo esfuerzo que había hecho.  Sus amigas le abanicaron con unas hojas y poco a poco se fue relajando hasta que recuperó la tranquilidad y se acostumbró a la cegadora luz del sol. Cuando vieron que ya podía hablar, una de las tres ranas le dijo:
– ¡Es increíble que hayas podido salir a pesar de que os gritábamos que era una misión imposible!
Ella, muy asombrada, le contestó:
– ¿Estabais diciendo que no lo intentáramos?
– ¡Sí, claro! Nos parecía  que jamás lo conseguiríais  y queríamos evitaros el mal trago de fracasar.
La rana suspiró.
– ¡Uf! ¡Pues menos mal que como estoy un poco sorda no entendía nada! Todo lo contrario ¡Os veía agitar las manos y pensaba que nos estabais animando a seguir!
Gracias a su sordera la rana no escuchó las palabras de desaliento y luchó sin descanso por salvar su vida hasta que lo logró.
La otra ranita, que sí se había rendido, vio el triunfo de su amiga y volvió a recuperar la confianza en sí misma. Se puso en pie, se armó de coraje y también aspiró una gran bocanada de aire; después, con una potencia más propia de un puma, se propulsó dando un salto espectacular que remató con una doble voltereta.
Sus cuatro amigas la vieron salir del pozo como un cohete y se quedaron pasmadas cuando cayó a sus pies. La reanimaron igual que a su compañera y cuando se encontró bien,  se marcharon a sus casas croando y dando brincos como siempre.
Moraleja: Muchas veces dejamos de creer en nosotros mismos, dejamos de creer que somos capaces de hacer cosas, porque los demás nos desaniman. Confía siempre en tus capacidades y lucha por tus sueños. Casi nada es imposible si pones en ello todo tu corazón.

El cuervo y la jarra

Fábula El cuervo y la jarra

Adaptación de la antigua fábula de Esopo

Un caluroso día de verano, de esos en los que el sol abrasa y obliga a todos los animales a resguardarse a la sombra de sus cuevas y madrigueras, un cuervo negro como el carbón empezó a sentirse muy cansado y muerto de sed.
El bochorno  era tan grande que todo el campo estaba reseco y no había agua por ninguna parte. El cuervo, al igual que otras aves, se vio obligado a alejarse del bosque y sobrevolar las  zonas colindantes con la esperanza  de encontrar un lugar donde beber. En esas circunstancias era difícil surcar el cielo pero tenía que intentarlo porque ya no lo resistía más y estaba a punto de desfallecer.
No vio ningún lago, no vio ningún río, no vio ningún charco… ¡La situación era desesperante! Cuando su lengua ya estaba áspera como un trapo y le faltaban fuerzas para mover las alas, divisó una jarra de barro en el suelo.
– ¡Oh, una jarra tirada sobre la hierba! ¡Con suerte tendrá un poco de agua fresca!
Bajó en picado, se posó junto a ella, asomó el ojo por el agujero como si fuera un catalejo, y pudo distinguir el preciado líquido transparente al fondo.
Su cara se iluminó de alegría.
– ¡Agua, es agua! ¡Estoy salvado!
Introdujo el pico por el orificio para poder sorberla pero el pobre se llevó un chasco de campeonato ¡Era demasiado corto para alcanzarla!
– ¡Vaya, qué contrariedad! ¡Eso me pasa por haber nacido cuervo en vez de garza!
Muy nervioso se puso a dar vueltas alrededor de la jarra. Caviló unos segundos y se le ocurrió que lo mejor sería volcarla y tratar de beber el agua antes de que la tierra la absorbiera.
Sin perder tiempo empezó a empujar el recipiente con la cabeza como si fuera un toro embistiendo a otro toro, pero el objeto ni se movió y de nuevo se dio de bruces con la realidad: no era más que un cuervo delgado y frágil, sin la fuerza suficiente para tumbar un objeto tan pesado.
– ¡Maldita sea! ¡Tengo que encontrar la manera de llegar hasta el agua o moriré de sed!
Sacudió la pata derecha e intentó introducirla por la boca de la jarra para ver si al menos podía empaparla un poco y lamer unas gotas. El fracaso fue rotundo porque sus dedos curvados eran demasiado grandes.
– ¡Qué mala suerte! ¡Ni cortándome las uñas podría meter la pata en esta estúpida vasija!
A esas alturas ya estaba muy alterado. La angustia que sentía no le dejaba pensar con claridad, pero de ninguna manera se desanimó. En vez de tirar la toalla, decidió parar un momento y sentarse a reflexionar hasta hallar la respuesta a la gran pregunta:
– ¿Qué puedo hacer para beber el agua hay dentro de la jarra? ¿Qué puedo hacer?
Trató de relajarse, respiró hondo, se concentró, y de repente su mente se aclaró ¡Había encontrado la solución al problema!
– ¡Sí, ya lo tengo! ¡¿Cómo no me di cuenta antes?!
Empezó a recoger piedras pequeñas y a meterlas una a una en la jarra. Diez, veinte, cincuenta, sesenta, noventa… Con paciencia y tesón trabajó bajo el tórrido sol hasta que casi cien piedras fueron ocupando el espacio interior y cubriendo el fondo. Con ello consiguió lo que tanto anhelaba: que el agua subiera y subiera hasta llegar al agujero.
– ¡Viva, viva, al fin lo conseguí! ¡Agüita fresca para beber!
Para el cuervo  fue un momento de felicidad absoluta. Gracias a su capacidad de razonamiento y a su perseverancia consiguió superar las dificultades y logró beber para salvar su vida.
Moraleja: Al igual que el cuervo de esta pequeña fábula, si alguna vez te encuentras con un problema lo mejor que puedes hacer es tranquilizarte y tratar de buscar de forma serena  una solución.
La calma, la lógica y el ingenio son fundamentales  para salir de situaciones difíciles y aunque te parezca mentira,  cuando uno está en aprietos, a menudo  surgen las ideas más ocurrentes.

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